A) Insultarla también. ¡Es una bruja malhablada!
No puedo creer que me haya dicho eso. ¡Intentaba ser
amable! Pues ahora verás.
—¿De qué vas tú, eh, idiota? —empiezo a gritar—.
Ni siquiera me has contestado, solo intentaba entablar una
conversación contigo y me saltas con esas. ¡Fuera de nuestra mesa!
—exclamo antes de que Liam hablara si quiera un poco.
Todos los estudiantes que antes comían y hablaban ahora
enmudecen al escuchar mis gritos. Enrojezco pero no me amilano. Esta
chica me ha tocado la moral.
—No veo que tenga vuestro nombre. No voy a moverme de
aquí. —espeta con tranquilidad. La sangre comienza a hervirme.
¡¿De qué va esta?!
—No quiero comer a tu lado. Me has insultado sin
razón. —digo resuelta. A estas alturas todos los del comedor nos
escuchan atentos. Algún que otro "pelea de gatas" se oye,
pero no se han vuelto locos. La chica se levanta de la mesa y apoya
sus dos manos en ella. Se inclina hasta mi altura.
—A las niñas ricas como tú solo se les puede hablar
así. Sois odiosas. —musita con un odio latente. Frunzo el ceño,
por alguna razón me cabrea sus estúpidos motivos de odio. ¡Ni
siquiera nos conocemos!
—¿Pero es que te has vuelto loca? ¡Ni siquiera me
conoces! —exclamo elevando la voz.
—Estoy segura de que tu madre te odia por ser tan
sumamente repelente. —susurra ella con mucho odio. Agrando los ojos
y luego los cierro tratando de controlarme y no darle una bofetada en
la cara, pero no lo logro. Le pego una bofetada tan fuerte en la
mejilla que le echo para atrás. Oigo los gritos de los demás
alumnos. Corean "pelea, pelea..."
Liam se levanta y me coge de la muñeca tirando de mí
para que no comenzáramos a pegarnos.
—Nos vamos. —anuncia con tranquilidad. No aparto la
mirada de esa niña. Ese último comentario me ha herido. Me ha
recordado la muerte de la madre que nunca conocí.
—Esta me la pagas... rica de mierda. —escucho su
delicada voz pero no quiero saber nada más de ella...
En un descuido, he podido ver a mi amigo Angel mirando
la escena sin hacer nada, y me duele por algún motivo que no haya
intervenido.
*~*~*~*
Cuando estamos fuera del comedor, concretamente en el
campus, Liam me suelta y se ajusta las gafas. En cambio, yo no puedo
más que pensar en lo que acaba de pasar. ¡Nunca me han ocurrido
esta clase de incidentes! ¿Por qué ahora en mi último año de
instituto? Liam suspira al cabo de un rato y comienza a hablar.
—¿Por qué le has pegado? Ha sido una estupidez.
Podrías haber pasado de ella.—recalca analizando la situación
fríamente. Eso es lo bueno que tiene mi amigo, en estas situaciones
es útil. ¡Pero a veces parece que carece de sentimientos!
—¿Es que no has visto lo que me ha dicho? ¿De qué
iba? No podía quedarme quieta. —me callo un momento y luego
continúo —. ¡Y no soy una idiota por tener una buena economía!
—veo cómo Liam se sienta en un banco cercano y cruza las piernas.
—Lo sé.
—¿Y ya está? —él arquea una ceja. Me sorprende
que no quiera saber nada más del motivo por el que le he pegado.
—¿Qué quieres que te diga? Esa chica no se veía muy
bien, estaba sola y perdida, tú intentaste ser amable y pasa lo que
pasa. ¿No ves que necesita ayuda? —le miro sin comprender a dónde
quiere llegar.
—¿Esperas que me inspire lástima? ¡Ni hablar! Es
una cría por insultar sin razón. —Liam me observa con los ojos
entrecerrados y se acomoda las gafas de nuevo.
—No digo que...
En ese momento alguien viene corriendo hasta nosotros,
se trata de Angel. Al llegar a mi lado, me toca el hombro y jadea.
—¿Qué demonios ha sido eso? —inquiere cansado.
Liam bosteza y yo me enfado por alguna razón.
—¿Es que no lo has visto? Esa chica no tiene
educación. —Angel eleva su ceja.
—Pero si has sido tú la que ha gritado y le has
pegado, ella a penas ha hablado. —señala confundido. Crispo los
puños.
—¡No tienes ni idea! ¡Y además...! —Liam me
interrumpe.
—¡Bueno, dejemos este incidente ya! Me dais dolor de
cabeza. —dice levantándose del banco —. Vamos a tranquilizarnos.
Me coge del brazo y me lleva a rastras.
—¡Pero...! —veo a Angel rascándose la cabeza y
dando media vuelta. ¡Es un idiota! Ni siquiera le importa lo que me
pasa.
—¿A dónde me llevas? —pregunto una vez que hemos
caminado un buen trecho. Hemos llegado hasta la sala de ciencias y
estoy confundida. Liam no suelta mi brazo, sino que lo aprieta más
contra si.
—Eres muy débil, Peyton. Deberías disimular mejor si
no quieres que lo sepa. —me aparto de él confundida.
—¿De qué hablas?
—Me refiero a los sentimientos que tienes por Angel.
—abro los ojos como platos y luego comienzo a sonrojarme.
—¡Yo no tengo sentimientos por él! ¿A qué viene
eso? —él suspira.
—Si tú lo dices... pero estoy seguro de que antes
estabas enojada con Angel por no intervenir en la pelea que has
tenido.
Vale, ¿cómo lo ha sabido?
—En eso tienes razón, ¡pero no es lo que piensas!
—espeto cruzándome de brazos aun colorada. Liam me analiza con sus
ojos azules y luego se mete las manos en los bolsillos. Comienza a
caminar.
—Lo que tú digas. —le sigo en silencio mientras
pienso.
A mí no me gusta Angel, para nada, simplemente me ha
dolido que no me haya defendido. De Liam ya me esperaba que no
hiciera nada porque él es más diplomático y no se mete en
problemas. Pero Angel... con lo impulsivo que es... ¡Ni siquiera se
preocupó por nosotros en el comedor! Me pone de los nervios.
A todo esto, Liam se ha comportado como un caballero, es
decir, se ha dado cuenta de lo que me pasa con Angel y no le ha dicho
nada. Eso me agrada. Suspiro, al menos tengo un buen amigo.
—Tenemos que subir las escaleras. —anuncia mientras
él ya está ascendiendo. Asiento sin decir nada.
Subimos hasta la cuarta planta, por aquí nunca he
estado ya que aun llevo una semana en el instituto, pero se torna
vacía y casi todas las aulas están cerradas con llave. Liam me
ofrece un servicio de turismo.
—Este pasillo da directamente con la azotea. Siempre
voy allí cuando me siento confundido o mal.
Lo miro asombrada, así que Liam también se siente así
de vez en cuando. Me regaño mentalmente, ¡pues claro, también
es humano! Lo que pasa es que siempre lo he visto tan...indiferente.
Nunca sé lo que está pensando y no da señales de tener algún
problema o algo. Solo se preocupa por los estudios, a pesar de ser
tan buena persona. Y jamás lo he visto con alguna chica. ¿Me
pregunto por qué?
—Deja de mirarme así, me incomodas. —me dice
relajado mientras abre una puerta. Le sigo con las manos detrás de
la espalda.
—Solo pensaba que nunca nos cuentas nada de tu vida.
—Ven, mira esto. —me ignora completamente y paso a
la azotea.
Uau, es muy amplia y está bien cuidada. Hay algunas
macetas con plantas y dos pequeños árboles en los extremos de la
azotea. Además de tres bancos blancos en el centro. El cielo se ve
despejado y el sol de la tarde me da en el rostro suavemente. Cierro
los ojos y respiro hondo. Luego miro a mi amigo, quien me observa en
silencio.
—Es precioso. ¿Se puede venir aquí? —pregunto de
repente apreciando el árbol más cercano. Liam se sienta en uno de
los bancos que hay y apoya su espalda en el respaldar.
—Se supone que si, pero la gente prefiere el jardín
de abajo. Aun así, a veces vienen algunos estudiantes a pasar el
rato... ya sabes a lo que me refiero. —me giro para preguntar.
—No, ¿a qué vienen? —pone los ojos en blanco y
luego caigo —. ¡Ah! ¿Enserio? Qué guarros... —me cruzo de
brazos y Liam comienza a reír. Al final me contagia y reímos los
dos un buen rato.
Aquí, sentados como estamos y en silencio, puedo
apreciar la paz que tengo con mi amigo a mi lado. Incluso desaparecen
mis problemas. Las palabras hirientes de mi padre, lo mal que me
siento cuando estoy sola, mis inexistentes recuerdos de aquella madre
que me dio la vida... Todo gira entorno a esto último, y me odio por
ello. Soy patética... A veces prefiero no haber nacido para no
causar sufrimiento a mi padre. A decir verdad, ¿por qué sigue a mi
lado cuando podían haberme acogido mis tíos en España? No lo
entiendo, pero a veces deseo que mi padre no me odie como hace creer.
Sin darme cuenta, una lágrima cae por mi mejilla
mientras miro el cielo despejado. Liam, a mi lado, no se ha dado
cuenta. Me la enjuago de inmediato para que no se percate.
—A veces me pregunto si las personas son lo que
parecen... —susurra mi amigo eliminando el silencio permanente. Lo
observo queriendo saber a lo que se refiere. Su perfil es muy bonito,
aunque su nariz es algo pronunciada. Pero es eso lo que le distingue
de los demás. Aun así, es bastante mono.
—Unas sí y otras no, supongo. —respondo erguiéndome
en el asiento —. ¿Por qué esa pregunta? —se quita las gafas y
les echa el aliento para luego limpiarlas con un pañuelo que saca
del bolsillo.
—Solo conjeturo cosas.
—¿Es por la chica de antes? —inquiero molesta de
repente. Liam gira su cabeza y me mira con los ojos descubiertos.
Pocas veces se quita las gafas, pero nunca me acostumbro a ese color
tan azul de ojos.
—Puede ser. Simplemente... ¿no te ha parecido
exagerada su contestación?
—Es una borde sin tacto. —respondo sin miramientos.
Él se coloca de nuevo las gafas.
—Puede ser, pero algo me dice que está pasando por
algo gordo. Nadie actúa de esa forma tan antisocial y menos si eres
nueva. —me mira de soslayo y frunzo el ceño.
—Bueno, ¡yo al menos os conozco a ti y a Angel!
Aunque todo el instituto esté en mi contra os tengo a vosotros.
—reflexiono aliviada.
—Eso es lo extraño. ¿Por qué pelear en tu primera
semana estando sola? Es muy extraño.
En ese momento suena mi móvil y tengo que cogerlo.
Veo la pantalla y enmudezco. Es mi tía...
—¿Quién es? —quiere saber Liam. Aparento
normalidad aunque por dentro esté temblando.
—Un... familiar. Discúlpame, tengo que atenderlo.
—me excuso y me levanto del banco para salir de la azotea. Ya en
las escaleras, sin nadie mirando, lo cojo —. ¿Tía Vanesa?
—Me he enterado de que vas a un nuevo instituto. Tu
padre me ha comentado que no vas a estar en casa por las tardes.
—trago saliva. Siempre que mi tía me llama algo malo ocurre.
—Así es. —respondo con algo de miedo. Sus
reacciones no son muy "tranquilas" que digamos.
—¿Y quién se va a ocupar de la casa? ¡Tu padre
no quiere tener una asistente y es comprensible! —grita por la
línea y tengo que separar el móvil de mi oreja —. Se meten en tu
vida y toda la ciudad sabe tus trapos sucios. —suspira —. En fin,
iré a comprobar que estás en casa por las tardes, ¿vale? Debes
limpiar, para eso estás niña. —termina la conversación colgando
de repente y me apoyo en la pared.
Aprieto el móvil en mi mano y cierro los ojos con
furia. Siempre igual, siempre igual... ¡Estoy harta de esta familia!
¡Estoy hasta la coronilla de mi padre, de mi tía, de sus hijos, de
mis abuelos...! ¿Cuándo podré irme de esa casa?
Justo entonces la puerta de la azotea se abre y aparece
Liam con su rostro impasible. Me giro para que no vea mi expresión
desoladora y finjo normalidad.
—Ya está, mmm, debo irme a mi casa. Me ha surgido
algo importante. —musito.
—¡Espera, Peyton!
Bajo las escaleras de dos en dos y me pierdo en los
pasillos del instituto, así como en mi infernal vida.
*~*~*~*
—¿Has limpiado bien, Peyton? —inquiere la irritante
voz de mi tía Vanesa.
Estoy en mi casa, con la fregona en la mano. Mi tía
acaba de llegar con sus dos hijos pequeños, Tomas y William. Son
adorables, rubios y con los ojos azules. Tienen la tierna edad de
nueve años, pero son unos diablos personificados. Esto es normal
porque la madre que les ha tocado... Pobres.
Mi tía es la hermana de mi padre, nunca me ha querido,
al igual que él. Según sus palabras, soy un estorbo que se debió
quedar en España. A veces estoy de acuerdo con ella. En fin,
siguiéndole la corriente me aseguro que se vaya rápido de casa, así
estoy más tranquila.
—Si, tía. Todo está reluciente. —miro el reloj, ya
son las seis de la tarde. Vanesa me mira suspicazmente y luego alza
una ceja.
—¿Tienes prisa?
—N-no. Solo que debo asistir a clases. —aseguro
guardando el cubo de la fregona. Ella se adentra más al salón y
posa su enorme culo en el sofá. Mis primos ahora corren por todo el
lugar sin cuidado.
—Pero, querida, ahora tienes visita. Irse es de mala
educación. ¿Qué diría tu padre? —se mira sus uñas rojas y
largas.
—¿Quieres algo de beber? —asiente.
—Agua con hielo. Y a los chicos un zumo de naranja.
—ordena como si yo fuera una camarera. Me irrita sobremanera, pero
no la puedo echar. Mi padre me mataría. Entro en la cocina y preparo
el agua y los zumos. Luego se los llevo a la mesa. Vanesa mira el
zumo de los niños con cara de asco.
—¿Qué ocurre? —pregunto fingiendo amabilidad. Ella
coje un vaso de zumo y lo huele, luego me lo extiende y lo derrama
encima de la cabeza.
—No es natural. Exprime las naranjas, mis hijos no son
como tú. —sonríe regocijándose ante la visión que le ofrezco y
me levanto para cambiarme.
Mis primos se ríen de mí, les ignoro. Voy a mi cuarto
y me cambio, me enjuago el pelo y me lo seco, luego vuelvo al salón
y veo que los niños han tirado un plato decorativo al suelo. Se ha
hecho añicos. ¡Mi padre me va a matar! Corro hacia allí e intento
juntar los pedazos, pero es inútil. Miro con odio a mis primos y
Vanesa se levanta enfurecida.
—¿Qué habéis hecho? —inquiero a los niños. Ellos
tan solo sonríen y Vanesa se mantiene en un segundo plano.
—¡Lo has roto tú! ¿Verdad Tomas?
—¡Si, si! Lo hemos visto. —asegura el otro. Iba a
gritarles, pero la mano de mi tía vuela hasta mi mejilla y me pega
un tortazo.
—¡Ni se te ocurra gritar a mis pequeños! ¡Ya los
has oído, has sido tú! Desgraciada, recógelo todo y vuelve a
limpiar, tu padre vendrá ya mismo. —coge de la mano a sus hijos y
se marcha del apartamento cerrando con un golpe la puerta.
Me quedo de rodillas en el suelo, con una mano en la
mejilla adolorida y una herida en el dedo producida por la vajilla
rota. Comienzo a llorar de miedo e ira.
*~*~*~*
—No, padre. ¡No es lo que parece! —exclamo
alejándome de él. Acaba de llegar de la calle y trae olor a
alcohol.
—¡¿Y qué es lo que me ha dicho tu tía, eh?! Tú
has roto la vajilla y encima los has insultado. ¡¡No te crié para
dar ese ejemplo!! —grita fuerte y me pega un bofetón en la mejilla
adolorida. Me ha pegado muy fuerte. Duele. Pero no lloro, le miro a
los ojos con furia y por ello me llevo otro tortazo —.¡No te
atrevas a desafiarme! ¡No vales nada!
—Padre, no es eso. Mis primos lo hicieron, ella... —de
repente me empuja contra la pared tan fuerte que se me escapa el
aliento.
—¡No debí casarme con esa zorra de tu madre! Por su
culpa ahora te tengo aquí y debo cuidarte. ¡Eres un estorbo! —me
pega otra vez. Ahora me sangra la nariz.
Esto no me lo había dicho nunca... ¿No quería a mi
madre? De todas formas está borracho, dice incoherencias.
Cuando parece haberse calmado, se aleja de mí y me voy
corriendo a mi cuarto. Echo el pestillo y me tumbo en la cama boca
abajo. Lloro y lloro hasta que me duermo. Me duele todo el cuerpo, y
el llanto no logra mitigar el dolor.
Soy escoria...
*~*~*~*
A mí siempre me han tratado como si fuera un demonio.
Algo malo que hay que erradicar de este mundo. Me he criado con
palabras como "inútil", "mierda", "niña no
deseada", "asesina"... Me lo creía todo, claro. Era
una cría. Y aún hoy sigo martirizándome por ello. Quizá en verdad
soy un ser que no debió existir nunca. ¿Lo soy? ¿Esta vida es la
que tengo porque la merezco? ¿Maté a mi madre al nacer? Si, por
supuesto, ella no está aquí. Sentimientos negativos, eso es todo lo
que puedo albergar en mi mente cada vez que estoy en casa. La casa de
mi padre. Parece que soy un lastre, jamás le contentaré. Por muy
buenas notas que saque, por muy bien que haga las cosas... nunca seré
alguien digno para él porque maté a su mujer. Lloro a menudo en la
soledad de mi habitación, sin que nadie me vea pues debo ser un
ejemplo de hija. Claro, tengo que ejercer de modelo para el bienestar
social de mi padre. Me odio, lo odio, ¡odio a todo el mundo! ¿Por
qué nací sin ser deseada?
Estoy muerta en vida...
No sabía que esa frase sería tan literal cuando pasaran unos años...
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